-Se
hace lo que se puede. Cada cual a su manera. Y lo hacemos por los demás.
Machacar al diablo hasta acabar con él.
La
señora S (Siobhan cuando le tomamos confianza) siempre escondía ases bajo la
manga y pistolas bajo los cojines. Hasta que los primeros no le funcionaron
porque no sacó a tiempo las segundas.
Tienes
clones. Muchos. Así que tienes que crearles muchas tramas, muchos personajes,
muchas derivaciones. Y la serie se hizo compleja. Trataron de simplificarla. En
esta última temporada recuperaron todo ese tinglado para cerrar tramas y matar
personajes. Muchos.
Neolucionismo,
otra forma de llamar al transhumanismo. Aunque suene a ciencia-ficción, está a
las puertas. La búsqueda de la inmortalidad a cualquier precio, patentando
vidas humanas como objetos desechables. Prolongar la vida el mayor número posible
de años.
La
serie tuvo buenas ideas. La ejecución resultó un tanto deslavazada a veces,
otras algo forzada, otras como mero relleno. Pero cuando funcionó, lo hizo
bastante bien.
Y
conocimos a Tatiana Maslany, sus voces, sus gestos, sus multiformes
interpretaciones, su capacidad para cambiar de registro en tiempo récord.
La
escena fuerte: Rachel Duncan sacándose el implante de ojo con cámara. Muy, muy
explícito.
Me
alegró que acabara. Debió hacerlo antes. Y, de todos modos, quedan por ahí 274
clones a los que no conocemos y que, mira tú, pueden tener su propia historia.
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