Claire
es una adicta a los doramas, los culebrones coreanos. ¿Por qué? Porque cuando
una coreana besa, besa de verdad. En las series americanas un beso no significa
nada, pero en las series coreanas… bueno, en las series coreanas un beso
significa todo. El beso suele estar en el capítulo 9. Pero en El sabor del amor ya están en el 12 y
aún no se han besado. ¿Qué está pasando?
Y
de pronto Claire es absorbida dentro de la serie coreana para evitar el beso
entre los que no deben besarse y buscar el beso entre quienes sí deben.
Una
de esas series románticas totalmente anti-romántica, con todos los clichés para
hacer explotar los clichés, muy satírica y, por supuesto, muy, muy meta.
Los
capítulos (10) oscilan entre los 7 minutos y los 20, cosa que la hace muy
asequible. Puedes pensar que es bobísima, pero a mí me pareció bastante
inteligente, un poquito en la línea de Community, con unas ocurrencias
desternillantes en un continuo juego de ficción y realidad.
Al
menos es original, cosa que echo mucho de menos entre las 200 de médicos, otras
200 de abogados y otras 200 policiacas. Y un final verdaderamente logrado,
mucho mejor de lo que me esperaba. Esa subtrama de suspense acaba por dar
muchísimo juego.
Muy
bien Liv Hewson. Su papel se presta a lo histriónico pero lo hace en su
justa medida.
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