Cuando
menos te lo esperas asoma un peliculón.
Baby Driver lo es.
Acción,
drama, comedia, romántica e incluso musical. Un cóctel que, contra todo
pronóstico, funciona como un mecanismo perfecto. Edward Wright ha
realizado cosas que me gustaron mucho. También otras que no me gustaron nada.
Pero esto no es cuestión de gustos. La presente película tiene personalidad.
Un
estilo muy definido, personajes bien construidos y un reparto perfecto para
darles vida.
Espectacular,
con un ritmazo imponente, un toquecillo tarantiniano y sobre todo un final que
tal vez no guste a muchos pero que me parece muy inteligente: esa secuencia
anticipada o no, que puede ser o no ser, según lo que uno decida.
Ya
está: es la película del verano. Tal vez la peli del año. Tal vez un clásico.
Y
con todas las papeletas para tener una secuela, cosa que no tiene por qué ser
necesariamente buena.
Enérgica,
veloz y plenamente disfrutable. De verdad: no te la puedes perder.
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