Montreal. Felix tiene
10 años y está muy confuso con el universo adulto. En casa observa con estupor
las fuertes disputas de sus padres, empiezan a llamarle la atención las chicas,
en clase se retrae y se aísla cada vez más. En la calle se habla de un asesino
de niños pero no sabe si es verdad o un cuento.
Un drama desasosegante,
incómodo, frío, que crea una atmósfera enrarecida y turbia pese a la
luminosidad de los colores y fotografía.
La presencia del
hermano y la hermana de Felix, mayores que él, siempre dispuestos a ayudarlo,
alivia un poco el carácter turbio de una trama que discurre pegajosa y
agobiante.
Es, desde luego, una
forma muy rara de tratar la pederastia, contemplada de refilón. En el fondo es
el eje de la historia y, sin embargo, ocupa poco lugar y aparece de modo
colateral, desde la perspectiva de quien no fue víctima, de cualquiera que pudo
serlo y no lo fue.
Extraña, premiosa y con
un final excesivamente abierto, sin cerrar ningún apartado.
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