-Sue, ¿llamó el Presidente?
-No.
Armando Iannucci
es la antípoda de Aaron Sorkin. El cinismo político más absoluto frente
al idealismo pletórico. Los tacos y las burradas verbales frente a la sutilidad
meliflua. Los personajes garrulos en traje frente al señorío en la
circunstancia más comprometedora.
-La única jugada sucia que desapruebo es la
sinceridad.
Veep no llega a ser tan vitriólica como The Thick of It porque supongo que
los americanos no están preparados para esa clase de brutalidad política.
-¿Atención sanitaria infantil universal? Los
niños no votan. Otro tema.
Pero a veces logra destilar una mala leche y
una acidez impresionante.
-Ha cambiado más veces de opinión que un
pederasta en Disneyland.
Lo del entrenador personal durante la
campaña, el tío que acaba convirtiéndose de hecho en el director de campaña (y
de la cama), el tío que por supuesto destroza todo y a quien puso ahí el
verdadero director de campaña, es una genialidad. Toda la tercera temporada lo
es. Cáustica y virulentamente genial.
-No te apures. Es un congresista. Jamás
hacen nada de lo que dicen que van a hacer.
Políticos: trepas, hipócritas, mentirosos,
traidores, farsantes, desleales, redomados capullos…
-Fíjate. Un desfile desalmado de vanidad y
ambición.
Cada vez que abren la boca surge una solemne
imbecilidad. Y la abren continuamente. Mi hermana me preguntó quién me caía
peor y no supe responder.
-No sabemos si esa historia es verdad.
-Publícala y ya saldrá algo que la respalde.
Capítulo 5x04. La muerte de la madre.
Demoledor.
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