La tercera parte sorprendía bastante por su
modo de redefinir el mundo de los espías. No era la clásica historia de espía
que salva el mundo. El espía bastante tenía con salvarse a sí mismo. Eso
también lo fueron las dos primeras partes, pero en la tercera, Paul
Greengrass encontraba también la dirección adecuada.
Esa dirección, enérgica, veloz, de planos
breves, como sacudida por espasmos, aún se conserva, pero la sorpresa ya no es
la misma. Aún así sigue siendo una película muy entretenida, dinámica, con múltiples
tramas en paralelo que tiene como fondo el tema de la vigilancia universal, el
control por parte del Estado de lo que hace cada ciudadano. Bourne se ve
atrapado involuntariamente en ello, él, que vivía tranquilo metiéndose en
peleas ilegales en Grecia.
Espectaculares las persecuciones de Atenas y
Las Vegas. No espectaculares al estilo Transformers.
Espectaculares al estilo clásico.
Por cierto, Greengrass se forjó en su
estilo con aquella manifestación de Bloody
Sunday. Aquí, con muchos medios, convierte la manifestación en Atenas
en un caos perfectamente dominado por su forma de dirigir.
Y esto puede seguir, claro que sí. Siempre
hay un capullo más arriba en las esferas del poder. Matt Damon frente a
los tres malotes: Tommy Lee Jones, Vincent Cassel y Alicia
Vikander. Los tres con sus propios intereses.
No hay comentarios:
Publicar un comentario