Entiéndeme bien. Dentro de la tontada que
fue Independence Day, tenía su
gracia. No es que eso mejorara su calidad, pero la hacía entretenida. Hasta
cierto punto.
20 años después y cientos de destrucciones
del mundo más tarde, servidas por superhéroes, espías, apocalipsis zombis y
distopías varias, esta película no tiene ningún sentido: ya lo hemos visto
todo.
La cosa es que, desde que los alienígenas
intentaron invadirnos en 1996, les hemos estudiado biológica y
tecnológicamente. Nos hemos puesto a su altura. Y tenemos naves molonas. Ahora
estamos preparados. Bueno, tal vez no tanto.
Todo es grandilocuente y heroico y épico y
homérico y las melenas de las chicas que vuelven del espacio ondean sinuosas y
los diálogos son denunciables. Como todo da igual, ni siquiera se molestan en
meter imaginación y copian con descaro El
juego de Ender. Y a la original, claro.
La última frase de la peli amenaza con otra
entrega. Pero el desastre de taquilla en Estados Unidos dice lo contrario.
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