A estas alturas Benedict Cumberbatch
no necesita demostrar que es un gran actor. Así que demuestra que va sobrado,
que hace lo que quiere.
La película es él. Él interpretando a Alan
Turing. Más de dos horas de duración que no aburren nunca porque se
sustentan en su interpretación y diálogos.
El problemilla es que se trata de una
película británica por entero, para lo bueno y para lo malo. Ya sabes: esa
ambientación Downton Abbey de
la que no escapaba ni Harry Potter,
esa dirección pulcra y segura pero convencional y, sobre todo, la idea de que
podría convertirse en una obra de teatro modificando un par de cosillas.
Porque indaga en Turing, en su
compleja psicología que Keira Knigthley resume bastante bien en dos
palabras: frágil narcisista.
Me gustó lo de la elección de personal a través de
crucigramas. Soy partidario de implementarlo con más frecuencia.
1 comentario:
La historia atrapa, por la trama y personajes tan particulares, pero también por la forma de contarla. Una de esas pocas películas recomendables para todo tipo de público.
Publicar un comentario