Bastante original, extraña, metafórica, a
ratos sorprendente, a ratos hiperviolenta.
Un tren en movimiento continuo ocupado por
los últimos supervivientes de la humanidad. El mundo se ha enfriado, todo es
hielo. En el tren, los afortunados viven en los primeros vagones, los parias en
el último. Curtis inicia una revuelta.
Una visión tremendamente negativa de la
humanidad. Bong Joon-Ho está convencido de la incapacidad del hombre
para llegar a acuerdos, tiene una fe absoluta en nuestra perdición, la
seguridad de que, por encima de todo, somos violentos y destructores.
Vagones. La trama de la película es la
historia de los rebeldes a medida que avanzan. Cada vagón es una sorpresa, un
ambiente, una estética. Acongojante el vagón-escuela con Alison Pill como
maestra. Imponente Tilda Swinton, casi irreconocible, en un papel desquiciado.
Aunque lo cierto es que todos están (estamos
locos), capaces de ocasionales actos locos de generosidad. Pero locos al fin y
al cabo.
Y gracias a que dirige un coreano, ninguno
de los protagonistas (Chris Evans, Jamie Bell, Octavia Spencer,
John Hurt, Ed Harris) es indispensable.
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