El gobierno danés es muy distinto al de
aquí. La serie se inicia con un pavoroso escándalo: 18.000 euros que cambian de
bolsillo. Eso es lo que se mete un político español en el bolsillo cada vez que
tose, pero en Dinamarca cae un gobierno.
Los guionistas han estudiado, se han
empollado, se han empapado de El Ala
Oeste de la Casa Blanca. Ritmo, frases redondas en el momento adecuado, planteamiento, análisis
políticos, estructura, momentos de giro, notables paralelismos entre personajes...
Tiene cosas peores que The West Wing pero también tiene
cosas mejores. Y eso es algo alucinante, casi increíble. Es peor en todos los
vaivenes amorosos, hechos para el gran público. Es mejor en su realismo,
alejado del idealismo sorkiano. Y es menos pedante, menos sabelotodo, con
planteamientos más accesibles.
Pero es, fundamentalmente, una historia
sobre la aniquilación de las amistades, el desmoronamiento familiar y, en el
fondo, la soledad del poder.
Mi personaje favorito es Hanne Holm, la vieja
periodista feminista alcohólica.
¡Ah! Y además tiene unos créditos
elegantísimos.
Una serie indispensable, una de las grandes.
Danesa, sí.
Y ahora que empieza la bacanal de las elecciones europeas, conviene recordar esa frase de la serie:
-En Bruselas nadie puede oír tus gritos.
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