12/11/12

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Asimov era honrado. Su convicción atea le hacía construir relatos en los que sólo importaba el aspecto científico y las explicaciones racionales a los misterios.
Carl Sagan tenía más problemas. No quería a Dios pero necesitaba a Dios. Suprimía a Dios pero poblaba el universo de inteligencias omnipotentes, fantasmas siderales llenos de poderes, enigmas galácticos místicos. Mataba a Dios y se quedaba pillado por sus diosecillos.
Por eso Zemeckis lo tenía difícil a la hora de presentarnos ese planeta que no se sabe dónde está. Debía sorprender, impactar, no defraudar, envolvernos en un misterio inescrutable. No el cielo, pero casi el cielo. Quiénes somos, un más allá, conocimiento... El lugar en que está todo.
La recordaba vagamente y la mención de io, en un comentario de hace tiempo, me despertó la sensación de que debía repasarla. Y sí. Creo que merece la pena. Especialmente la secuencia inicial. La cámara alejándose durante 4 minutos de la Tierra mientras escuchamos a qué distancia han llegado las emisiones radiofónicas. Desde 1997 hacia atrás, grandes noticias del pasado. Hasta llegar a la primera emisión lanzada al espacio. El discurso de Hitler en la apertura de las Olimpiadas. Y, claro, es lo primero que los extraterrestres nos devuelven.
-Estoy lista. Estoy lista. Estoy lista.

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