26/9/12

El hombre con la cámara

1929. Un día cualquiera en Leningrado (antes San Petersburgo y hoy también).
Dziga Vertov, como muchos otros directores antes y después que él, tenía la idea del cine-ojo, de la objetividad total, del documentalista aséptico. Se equivocaba, por supuesto. Su mirada, su cine-ojo, era puntillista, constructivista, futurista. Y es, desde esos parámetros, desde los que construye el edificio de la ciudad.
Edificios, fábricas, gentes; trabajo, deportes, transportes; el lento despertar y el bullir diario. Con un montaje aceleradísimo, imponente, casi brutal. Es el cineasta que quiere ver todo, observar, registrar, archivar. Absolutamente todo.
Tiene grandes ideas. Esas fotografías que cobran vida, el despertar de la ciudad como el despertar de una mujer, los incesantes paralelismos del trabajo (la mujer que cose, la mujer que monta la película), los juegos de realidad y ficción (la gente que ve la película será parte de la película, la montajista se monta a sí misma).
Sí, he mencionado muchas veces el montaje. Esta peli es, ante todo, un faena de las gordas para la montajista (Elizaveta Svilova). Menudo laborón que hay detrás.
Supongo que era lo que tocaba en el plan quinquenal de turno.

No hay comentarios: